A menudo, muchas personas se sienten desequilibradas.

Notan como si su vida no tuviera una base sólida, por mucho que tengan trabajo, familia o responsabilidades.

Es algo difícil de explicar, que se siente en lo más íntimo.

Pero sus efectos se notan en todas partes, de una manera bastante menos sutil.

Empeora el rendimiento en el trabajo, se deterioran las relaciones familiares y la soledad duele cada vez más.

Una de las razones de este malestar es la mala relación con el propio pasado.

Dependiendo cómo sea lo que nos ha tocado vivir, no lo aceptamos, no lo asumimos.

Todavía nos duele.

Los Antiguos, como no me cansaré nunca de repetir, nos llevaban una enorme ventaja en muchos aspectos.

Y éste es uno de ellos.

Ellos lo llamaban “amor fati”.

“Amor a lo que ha pasado”

Es una forma de ver el pasado.

Pero es una forma indicada solo para las personas más valientes, las más osadas, las más estoicas.

No se trata de engañarse.

Se trata de asumir lo que te ha sucedido en todas sus dimensiones.

Se trata de aceptarlo, de encontrarle aquello que nos haya podido aportar de positivo, de mirarlo de frente para después poder dejar de verlo y continuar con nuestra vida sin cargar con cosas sin resolver.

No se recomienda el olvidar, ni tan siquiera el perdonar todos los dolores.

Se trata de observar todo lo vivido y después archivarlo, por si después nos puede hacer falta.

Porque nadie anda mirando continuamente algo que ha archivado, ¿verdad?

El “amor fati” es asumir el pasado, sobre todo si ha sido difícil, como si fuera una medalla, como la garantía de que los problemas de cada día nos parecen algo de risa.

Y es la forma de que usemos toda esa energía desperdiciada en rencores y fantasías de venganza,  en crearnos esa vida que merecemos.

Porque la rabia es normal, pero como dijo Frank Sinatra: “La mejor venganza es un éxito masivo”.

 

Saludos.