Seguro que alguna vez te ha pasado: estás en un lugar y de repente entra una persona que lo llena todo con su presencia.
Una persona de esas que sin hacer nada atraen la atención de los demás, a las que se les trata con atención y respeto.
Y si te fijas, toda ésta deferencia tiene algo de instintivo.
No es necesario que esa persona sea alta o famosa o especialmente bella.
Sencillamente tiene un “no sé qué” atractivo, magnético.
Y es algo auténtico, porque es fácil distinguir cuando una persona pretende ser el centro adoptando una pose falsa o alzando la voz.
Estamos hablando de otra cosa.
Aunque no te lo creas, se ha estudiado a fondo éste fenómeno del “carisma”, de la “presencia” o del “magnetismo”.
Y los descubrimientos que se han hecho son bastante sorprendentes.
Para empezar, éstas personas tienen una gran capacidad de estar presentes en su cuerpo, aquí y ahora.
Por lo tanto, lo que te quita presencia es el recluirte en tu mente. Pocas cosas atraen menos que una persona que está todo el rato enfrascada en sus pensamientos.
Otro elemento muy importante es que las personas cuya presencia se nota, tienen la capacidad de tener la ansiedad y los temores bajo control.
Aunque la situación sea potencialmente estresante, estas personas han aprendido a no dejarse llevar.
Hay otro aspecto que marca bastante la diferencia y es muy insospechado: el saber dejar cosas atrás.
Las personas magnéticas han aprendido a dejar atrás lo que han hecho, a soltar.
Cuando terminan algo, lo dejan sin remordimientos, dudas ni frustración: lo que ha sucedido, ha sucedido y está bien como está.
Resumiendo lo dicho hasta ahora, te importa menos la impresión que das a los demás de ti mismo/a y te preocupa más tu propia impresión.
Hay personas que para mostrar una mayor sensación de seguridad, caen en la arrogancia.
Pero eso es muy fácil de detectar.
Además resulta muy molesto porque percibimos que tiene algo de no-auténtico. De impostura. A menudo se da bastante antes de que se diga la primera palabra.
Lo que suele causar una impresión fuerte suele ser lo que se da en los primeros segundos de la relación, y si tuviéramos que extraer un principio, podríamos decir que cuanto más implicado esté nuestro mejor yo auténtico, más fuerza tendrá la relación que mantengamos en ese momento.
Permíteme que te haga otra pregunta: ¿Nunca has conocido a una persona en cuya presencia te sientes una persona más segura, aceptada o válida?.
Esto se debe a que la mera presencia auténtica y real de una persona da permiso a las demás a hacer lo mismo, con lo que se crea un círculo virtuoso, una espiral de crecimiento en que dos o más personas van alimentando mutuamente el crecimiento del otro.
El problema surge cuando nos paramos a pensar: el terrible “comerse la cabeza”.
Imagínatelo:
Estás en una situación agradable donde la energía fluye y te sientes de maravilla.
De repente, te preguntas si ese estado durará, quieres saber cómo has hecho para alcanzarlo o cómo harás para mantenerlo y …todo desaparece.
Como ya hemos visto, cuanto más te refugies en tu mente, más pierdes la presencia.
Por otra parte, hay un pensamiento especialmente cruel que sigue atormentando a muchos más famosos y personas célebres de los que podemos imaginar: “El síndrome del Impostor”.
No hay mayor asesino de carisma.
Una persona siente “síndrome del impostor” cuando piensa que el éxito que está teniendo no es merecido, que es casualidad.
Y peor aún, que en cualquier momento los demás se darán cuenta y pondrán las cosas en su sitio.
Aunque nos cueste creerlo, éste sufrimiento es muy común en grandes estrellas de los medios de comunicación y del deporte.
Se trata, sencillamente, de una más de las infinitas técnicas de autosabotaje que se pueden utilizar.
En otros artículos aprenderemos a bloquearlo.
Seguro que conoces muchas personas que descansan su sensación de poder en su dinero, belleza o status.
Pero la auténtica sensación de poder interior la da la libertad de no tener por qué perder ninguna parte de mi identidad básica.
Es la sensación de que no hay nada malo en mí.
Pero dejemos por un momento la teoría:
Te propongo un pequeño ejercicio (apuesto a que ya lo estabas viendo venir)
Recuerda la última vez en que te sentiste una persona querida y aceptada dentro de un grupo, en que te sentías en total relajación y con confianza.
Y ahora, dedícate a sentir en tu cuerpo las sensaciones que te ha traído ese recuerdo.
¿A que es agradable?
Repite éste ejercicio varias veces al día, hasta que puedas sentir ésta sensación sin esfuerzo.
Y después, paséate por la calle o charla con tus amigos con esa sensación en el cuerpo.
Verás lo que sucede.
Sí, como veremos en otros artículos, el carisma y la presencia son, como muchas otras, capacidades que se pueden entrenar y desarrollar.
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