Hay veces que sufres y no sabes por qué. Notas que algo no marcha y te sientes mal. Y los demás no pueden comprender lo que te pasa. Pero una cosa sí es cierta: el dolor es real, porque el dolor de alma existe, digan lo que digan.

A menudo, eso que sientes tiene su origen en tu infancia, en tu familia. Porque en aquella época lo aceptabas todo, te creías todo lo que te decían.

Pero no desesperes, porque una vez que comprendes lo que te sucede, la solución está mucho más cerca.

Si te parece, hoy vamos a hablar de una de las trampas más crueles de la vida, una de esas trampas que te atrapan y no te sueltan hasta que eres capaz de darte cuenta de que has estado viviendo en un engaño. Y tiene nombre: se llama Doble Vínculo.

El Doble Vínculo es cuando percibes dos cosas contrarias a la vez:

  • Te dicen que te quieren y al mismo tiempo te están manipulando.
  • Te piden respeto, pero no te respetan.
  • Te dicen que hay que escuchar a los demás, pero a ti no hay nadie que te escuche.
  • Te dicen que te quieren como a los demás, pero ves que estás al final de la cola.
  • Te hacen creer que perteneces al grupo, pero siempre te dejan de lado.

Pero no es de eso de lo que vamos a hablar hoy. Hoy vamos a hablar de algo aún más cruel.Porque el ser humano necesita pertenecer a un grupo, a un clan, a una familia. Y nos guste o no, siempre hay alguien que manda en ese grupo e impone las normas.

No, no es que seamos estúpidos. Sencillamente, es cuestión de biología.

Durante cientos de miles de años, el ser humano ha dependido de su grupo para sobrevivir. Para nuestros antepasados, no había nada peor que quedar fuera del grupo, porque eso significaba la muerte. Por eso, un niño es capaz de aceptar cualquier cosa con tal de pertenecer a su familia.

Y esto no es malo si el grupo es equilibrado, si las relaciones son sanas y si se tiene en cuenta a cada miembro. Pero es aquí cuando el tema pone oscuro. Porque no todas las personas que dirigen un grupo tienen la grandeza de aceptar a todas las personas que viven en él y alegrarse cuando esa persona se va volviendo cada vez más fuerte e independiente.

Porque todavía hay temas que son tabú. Son de esos temas que con solo mentarlos, la mayoría de la gente vuelve la espalda. Y es esa la razón por a que pocas personas van a leer este artículo hasta el final. Pero hay que decirlo.

A veces sucede que el padre, la madre o alguna de las personas responsables, son auténticos psicóptas. De esas personas que lo que más valoran es el poder y el dominio. Son capaces de cualquier cosa con tal de sentirse poderosos. Y una de las cosas que hacen es impedir el desarrollo sano de alguna de las personas a su cargo.

Para ello utilizan todas las herramientas de su arsenal: miedo, menosprecio, gritos, faltas de respeto, insultos, silencio, comparaciones con otros, burlas… y todas las que podamos imaginar.

Se suele decir que no es su culpa, que lo hacen de forma inconsciente. Pero la verdad es que eso no es lo importante. Lo que de verdad importa son los efectos, efectos que se arrastrarán durante toda la vida hasta que la persona se dé cuenta del juego en que ha estado metida prácticamente desde que era un bebé.

De palabra se le ha estado diciendo que pertenece a una familia, que se le quiere, que es igual que sus hermanos. Pero emocionalmente, esa persona intuye que algo no funciona: que se le quiere únicamente cuando sigue las normas que ha creado otra persona por sus propios intereses.

Intuye que lo que siente o piense no es importante, que da igual si siente dolor o frustración. Porque lo importante es mantener una estructura de familia en la que se ve claramente que hay personas que salen beneficiadas, mientras que otras se llevan la peor parte, pagando con su autoestima y su bienestar el pertenecer a ese grupo.

Porque esa es la trampa del Doble Vínculo, una trampa que los Psicólogos nos encontramos en consulta una y otra vez.

Por un lado, la necesidad de pertenecer a una familia, porque nos da estructura, identidad y porque satisface la necesidad de pertenecer a un grupo.

Por otra parte, la sensación de que cada vez que se esta en contacto con ese grupo sólo se consigue dolor, desequilibrio y miedo.

No, no es fácil manejar ese vínculo. Es como si dos caballos tiraran de nosotros en sentido contrario. Y aquí nace el proceso de madurez y auténtica fuerza.

No es algo nuevo y el gran psiquiatra suizo Carl Gustav Jung le llamó el proceso de “individuación”, o llegar a ser quien realmente se es. Porque si siempre permaneces siguiendo las directrices del grupo que te ha tocado, nunca llegarás a alcanzar todo tu potencial.

Por eso él hablaba de los “dos veces nacidos”, que son esas personas que se han atrevido a dar un paso más, a romper con las ataduras que la sociedad les ha impuesto y han sabido dar un paso más, a base de tensión y sufrimiento, para descubrir quiénes son en realidad.

Han descubierto sus capacidades y su potencial yendo más allá del reducido espacio que los demás les tenían reservado.

Y lo que es más: puedo decir que he conocido a personas que han sabido dar lo que no han recibido: han sabido crear un entorno y una familia justa y enriquecedora para todas las personas que viven en ella.

No es cuestión de edad, ni de sexo, ni de raza. Cuando una persona se da cuenta de esta realidad, tenga la edad que tenga, es capaz de cambiar su mundo y crear un entorno a su medida. Y consiguen al fin deshacer su dolor. Sin rencores, sin lamentaciones.

Consigue por fin ser feliz.