¡Olvídate de Harry Potter!
La historia que te voy a contar es mucho más interesante.
Y real, como todas las que te cuento.
Ésta historia comenzó en 1918, cuando diagnosticaron Poliomelitis a un muchacho de 17 años de edad.
Pertenecía a una familia de granjeros de Wisconsin, en los Estados Unidos.
Mientras sus padres, sus siete hermanas y su hermano participaban en las labores de la granja, él tenía que quedarse en cama.
Lo cierto es que los médicos le habían deshauciado y nadie daba un céntimo por su vida.
Pero nadie conocía la enorme fuerza de voluntad de éste muchacho.
Además de intentar recuperar la movilidad por todos los medios a su alcance, se centró en hacer las pocas cosas que su estado le permitía:
- Estudió a fondo sus propios pensamientos, su ir y venir. Descubrió los patrones que los dirigían.
- Estudió sus propias emociones y las de quienes le rodeaban. Fue consciente de su importancia y del papel directivo que tenían en nuestra vida.
- Pero sobre todo, se dedicó a observar con todo detalle las interacciones entre las personas que le rodeaban: qué se decía, cómo se decía, los tonos de voz, los ritmos, los silencios, las respiraciones,…
Nada escapaba de su aguda mirada.
Con todo esto construyó su futuro: Se convirtió en MILTON ERICKSON, psiquiatra y psicólogo.
Y tal vez uno de los mejores terapeutas de la hipnosis de todos los tiempos.
Era tal su maestría que podía hacer entrar en trance a una persona durante una conversación normal.
No era extraño que modificara el curso de la vida de un paciente durante una sola sesión.
Su influencia es patente en numerosas escuelas de psicoterapia breve y es el espejo en el que nos miramos muchos terapeutas y amantes de la hipnosis clínica.
Tanto es así que hoy en día hablamos de “Hipnosis Ericksoniana”.
Sus aportaciones son evidentes en numerosas escuelas, entre ellas, la Programación Neurolingüística.
Pero, para él, la hipnosis no era más que una herramienta , no más importante que la utilización del humor.
Lo que de verdad curaba a las personas era la interacción humana.
Y dió la máxima importancia a la utilización del inconsciente.
Él no entendía el inconsciente al estilo de Freud.
Para él el inconsciente es una reserva infinita de recursos que se pueden utilizar para mejorar la calidad de vida de las personas.
Si investigas un poco en sus casos, descubrirás que muchas de sus asombrosas curaciones se deben a un espíritu juguetón y a una mente abierta.
Y, por supuesto, a su propia historia personal, que supo afrontar y utilizar para beneficio del resto de las personas.
Para despedirnos de éste personaje tan entrañable, te dejaré con una de sus citas:
“La vida traerá dolor por sí sola.
Tu responsabilidad es crear felicidad”.
Sobran las palabras.
Saludos.
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