Apostaría a que tienes recuerdos y pensamientos que te traen sensaciones muy agradables.

Y seguro que también los tienes que te hacen sentir fatal.

De hecho, es muy frecuente que en consulta alguien te diga que “Ojalá existiera una pastilla que hiciera que no me acordara de “eso” que me atormenta”.

Pero, antes de explicarte cómo cambiar ese recuerdo, permíteme una aclaración.

Por si te lo estás preguntando, el artículo de hoy va a ser totalmente práctico.

He dedicado los tres últimos artículos a sentar las bases de cambio sobre las que trabajaremos y a ponerte ejemplos reales de personas que con su ejemplo nos han demostrado que es posible superar los obstáculos.

Es el momento de que aprendas otro pequeño paso práctico que podrás utilizar en lo que te venga mejor.

Volviendo al tema de los recuerdos, te esperan un par de sorpresas.

Para empezar, los recuerdos no son lo que sucedió:

Si preguntas a varias personas que vivieron un suceso, sobre todo si era prolongado en el tiempo, descubrirás que sus recuerdos son totalmente diferentes.

Esto es muy típico entre hermanos que se han criado en la misma familia: generalmente, las versiones de una y otra persona son bastante diferentes.

Pero la cosa no termina ahí.

Lo que te voy a explicar ahora es fundamental, así que te ruego que pongas toda tu atención:

LO QUE HACE QUE UN RECUERDO ME HAGA SENTIR BIEN O MAL NO ES EL RECUERDO MISMO, SINO CÓMO LO REPRESENTO EN MI MENTE.

Sí, lo has leído bien.

Te propongo que te imagines un león a un palmo de tu cara, con su fuerte olor. Notas su aliento y le miras a esos ojos que no pueden traer nada bueno. Por supuesto lo ves en colores, con movimiento, en todo su esplendor.

¿A que es una imagen bastante inquietante?

Bien, ahora imagina que el león está a cien metros, que lo ves en blanco y negro, que está inmóvil y además mirando para otro lado.

¿A que la sensación cambia?

Éste fenómeno, que seguramente te resultará desconocido, te puede venir muy bien cuando quieras que algo que te altera te afecte menos.

O cuando quieras que algo que te resulta bastante indiferente te motive de verdad.

Usa tu imaginación.

Si a ese recuerdo que tienes le quitas color, le añades distancia y lo inmovilizas, te aseguro que perderá mucho del efecto emocional sobre ti.

Esto lo puedes hacer con pensamientos que te hagan sentir miedo, culpa o impotencia.

Por otra parte, si tienes algún objetivo o ideal que quieras perseguir, haz justo lo contrario: dale vida, color y cercanía y notarás cómo el mero pensamiento te impulsa a la acción.

Puede parecer un truco simple, pero te garantizo que es muy efectivo.

Y si lo repites a menudo, creas lo que se llama un “cortocircuito”, que hace que al final el pensamiento o recuerdo se te aparezca directamente como tú deseas.

Evidentemente, las formas de hacerlo y las posibilidades que nos ofrece éste fenómeno son mucho mayores, pero son más difíciles de transmitir por escrito.

De todas formas, no me creas porque te lo digo yo.

La próxima vez que te venga un mal recuerdo o pensamiento haz lo que te he dicho.

Si lo repites varias veces, verás cómo cada vez te afecta menos.

Hasta que al final ya no duela.

 

Espero, de corazón, que éste artículo te ayude a ir haciendo tu vida cada vez mejor.

Espero, también, recibir tus opiniones.

 

Saludos.