Cuando llevas ya un tiempo en el mundo de la Psicoterapia, empiezas a ver que algunas historias se repiten. Diferentes caras, diferentes épocas, pero historias asombrosamente parecidas.

Y una de las que más se repite es la de la infancia traicionada, o si se prefiere, la de las Almas abusadas.

No, no vamos a hablar de abusos sexuales ni de maltratos físicos. Vamos a hablar de cosas mucho más frecuentes y a menudo muy dañinas. Porque una de las peores cosas que se puede hacer con un niño es utilizarlo para cosas que nada tienen que ver con él.

Si piensas que todo lo que te voy a contar es una exageración o irreal, te felicito: Has tenido una infancia maravillosa, aunque a menudo no te des cuenta. Hay una parte oscura de la realidad que no has llegado a ver.

Pero si te parece, vamos a empezara ver algunas de estas situaciones de forma concreta.

A veces:

  • Se utiliza a los niños como armas arrojadizas en las peleas de pareja. Son un medio para hacer daño a la otra persona, por no hablar de las situaciones de divorcio o separación, en que se convierten en auténticos rehenes.
  • Se intenta que los niños sean diferentes de lo que son para satisfacer las frustraciones de los padres. Se les proyectan así deseos y objetivos que no tienen nada que ver con ellos. Se pretende que el niño llegue a ser lo que el padre quiso ser y no pudo.
  • Al contrario, cuando el hijo tiene talentos y posibilidades, se hace todo lo posible para que no los desarrolle, para que los padres no se sientan inferiores.
  • Se castran todas las opciones de independencia de los niños para que no escapen del control de las personas que están al cargo.
  • Se les convierte en medios para descargar la ira y las frustraciones que sus cuidadores llevan acumulando toda su vida. Es terrorífico el ver que muchos de estos niños, para los diez años, ya han recibido mucha más agresividad que muchas otras personas a lo largo de toda su vida.
  • Los niños son los que tienen que comportarse como adultos y cuidar a quienes deberían ocuparse de ellos.
  • No se acepta su forma de ser y se asume que deberían ser otro tipo de personas, de una perfección imposible.
  • Se les hace víctimas de gritos, desprecios e insultos. O peor, se les ignora.
  • Se critican, censuran o ignoran los talentos que ese niño tiene.
  • Cuando se le educa en la culpa y la vergüenza, comprometiendo así el resto de su vida. Es una forma de garantizar que esos niños, cuando crezcan, podrán seguir siendo fácilmente manipulables, sin pensar en las consecuencias.
  • Se les hace tomar parte en la estúpida guerra de los sexos, en la que aprenden que deben pelear, dominar o vengarse de las personas del otro sexo.
  • Se le compara con otras personas, haciendo que se sienta arrogantes o miserables. Y a menudo con hermanos/as, porque, no nos engañemos, los padres tienen sus favoritos. Otra cosa es que lo hagan ver o no.
  • Se carga al niño con un nivel de estrés y ansiedad que puede llegar a comprometer su bienestar, su salud o sus relaciones para el resto de su vida.
  • Se intenta que reduzca su poder personal, haciendo que siempre consiga menos de lo que se merece.
  • Se le convierte en la oveja negra y se le trata peor que al resto de sus hermanos, convirtiéndole en el sumidero en el que se vuelcan todos los complejos, dolores y problemas ocultos de la familia.
  • No se le dan las herramientas emocionales y sociales que necesita para la vida, convirtiéndole en un minusválido emocional.
  • Cuando se le enseña que la mejor actitud ante la vida es la resignación.
  • Cuando al final de la infancia, ese niño está tan maltrecho que nadie es capaz de comprender su sufrimiento y sus limitaciones.

 

Y podríamos seguir y seguir contando formas en las que se avasalla el alma de los niños, en las que se les utiliza para fines que no tienen nada que ver con ellos.

Habrás observado que he estado utilizando el género masculino en aras de la economía, pero todo lo dicho se puede aplicar tanto a hombres como a mujeres.

Estas son las historias que empiezan a surgir cuando una persona acude a consulta por algún motivo que le hace sufrir mucho en la actualidad.

Y es muy importante que esa persona aprenda a tomar conciencia de lo que le ha sucedido, pero sin caer en la tentación de usarlo como excusa para no cambiar.

Y ten claro que no estamos hablando de educación o de marcar límites, que son cosas totalmente necesarias para el desarrollo de una persona.

Pero hay varias cosas que cualquier persona que ha vivido una experiencia de este tipo tiene que comprender.

Una de ellas es que todo lo que se aprende, se puede “desaprender”, tengas la edad que tengas. Pero teniendo en cuenta que no siempre es fácil, como nunca lo es enfrentarte a la verdad.

Otra cosa a tener en cuenta es a no culpabilizar, sabiendo que la mayor parte de los padres no hacen este tipo de cosas con la voluntad de hacer daño: Lo suelen hacer creyendo que es lo mejor para sus hijos. A menudo, los padres o personas responsables maltratan a los niños debido a sus propias carencias o frustraciones, o repitiendo los esquemas que ellos han vivido.

También tienes quedarte cuenta que durante la infancia se define lo que es o no es normal en tu vida. Si te han acostumbrado a ser una persona abusada, puedes llegar a pensar que eso es lo normal. Y tal vez, situaciones limitantes que estás viviendo ahora mismo, nos sean más que limitaciones aprendidas.

Recuerda que cuando te han traicionado en la infancia y te han generado dolor e indefensión, es muy probable que aparezcan personas en tu vida que quieran aprovecharse de tu vulnerabilidad: son los psicópatas integrados, y de ellos hablaremos en otros artículos.

A veces, la experiencia temprana nos deja con una enorme carga de rabia, frustración, vergüenza y una larga lista de experiencias dolorosas en el mundo laboral o de pareja. Y son emociones que no conviene barrer bajo la alfombra: tarde o temprano tendremos que afrontarlas.

Pero todo esto que te estoy contando no es definitivo: lo que te ha sucedido en el pasado no es una condena para todo el futuro, y en base a la experiencia, te puedo decir que cualquier persona puede alcanzar un buen grado de bienestar general en su vida.

Finalmente, permíteme una reflexión personal: Siento una enorme admiración por todas esas personas que habiendo vivido infancias dolorosas, han sido capaces de dar a sus hijos ya las personas de su alrededor lo que ellas no recibieron.

He conocido a personas que han atravesado auténticos infiernos y hoy en día son un centro positivo y creativo en la vida de los demás. Nos demuestran que todo es posible si se desea.

Y no nos engañemos, la función del terapeuta es señalar el camino e indicar los medios, pero al final, el nivel de bienestar y la calidad de vida, es la propia persona la que la consigue, con su esfuerzo, su ilusión y sus ganas.

Y así, poco a poco, va convirtiendo este mundo en un lugar mejor.