Seguro que alguna vez te ha pasado.

Puede que te hayas levantado con un mal día o puede que te haya sucedido algo doloroso.

La cosa es que, sin saber muy bien cómo, notas que te va invadiendo la tristeza.

Y notas cómo te va robando las energías y las ganas de vivir.

Intentas luchar contra ella y a veces lo consigues, pero a veces no.

Si me lo permites, te voy a explicar por qué te sucede esto.

Como ya sabrás por otros artículos, los seres humanos somos profundamente emocionales, mucho más de lo que creemos.

Y no es una cuestión de sentimentalismo: es una cuestión práctica.

Las emociones son las que nos movilizan, hacen que hagamos cosas, nos sirven para manejar enormes cantidades de información y además son la forma más rápida de grabar información.

Era el recurso que usaban nuestros antepasados cuando tenían que funcionar rápidamente en situaciones de vida o muerte.

Y en nuestra época las seguimos utilizando.

De todo el abanico de las emociones básicas (alegría, tristeza, ira, asco, miedo y sorpresa), hoy nos centraremos en la tristeza.

Tenemos que entender que todas las emociones tienen su función, que sirven para algo y que también nos transmiten información.

La tristeza, en este caso, la sentimos cuando hemos perdido algo o cuando alguna cosa de nuestra vida no va bien.

Es una emoción que nos invita a retirarnos, a apartarnos, a lamernos las heridas.

Nos hace ver el mundo más oscuro, las relaciones más vacías, la vida con menos sentido.

Y nos hace sentir más débiles y vulnerables.

Cuando esto sucede, la naturaleza nos está diciendo: “Retírate por una temporada, piensa, reflexiona y arregla lo que tengas que arreglar para después volver con más energías que antes y con tu herida cerrada”.

Como se ve, tiene todo el sentido.

El problema viene cuando no somos capaces de controlarla.

A veces toma posesión de nuestra vida y se instala para quedarse.

Nos debilita, nos oscurece la vida y se encarga de no dejar que la herida se cierre.

La tristeza es una emoción en la que todas nuestras energías van hacia adentro y es, junto con  el asco, una de las emociones bloqueantes.

Para contrarrestarla tenemos que utilizar emociones que vayan hacia afuera y que sean activadoras.

Por ejemplo, podemos utilizar la curiosidad, olvidarnos de la pena y centrarnos en cosas nuevas que queramos descubrir, conocer, hacer: Apúntate a algún grupo, conoce gente nueva o cultiva una afición.

También podemos irnos hacia la alegría, que es vecina cercana de la belleza: deja entrar la luz en tu casa, crea un entorno hermoso, relaciónate con personas positivas, sonríe, busca estímulos que te hagan feliz, regálate una buena vida.

Y por último, pero no menos importante, te invito a utilizar también la ira.

No le tengas miedo, porque puedes controlarla.

No piense que vas a dañar a todas las personas que te rodean.

En su medida y controlada, una pequeña porción de ira, un comedido enfado o un punto de indignación, te darán el combustible que necesitas para solucionar lo que haya que solucionar en tu vida.

Recuerda, es muy efectivo que más que intentar solucionar la tristeza, te dirijas a esas emociones que hacen que salgas de la situación.

Y recuerda también que, después de una fase dolorosa de la vida, tener una fase de tristeza es lo más normal del mundo.

Lo importante es no quedarse a vivir en ella.

Saludos.