Tal vez hayas decidido dejar de lado una costumbre que te perjudica.
O una adicción a la comida o a la pereza.
O puede que quieras cambiar tu forma de relacionarte con los demás.
En realidad da igual lo que quieras, porque todo lo que te acabo de decir y más, son cambios psicológicos.
Imagino que ya conocerás la experiencia de intentar hacer las cosas de forma diferente, de disciplinarte e intentar seguir unas pautas.
Y al final ver cómo tu voluntad se afloja y tus objetivos se desmoronan.
Y al final, te echas la culpa, pensando que eres una persona sin voluntad ni constancia.
Pero eso no es cierto.
En realidad, el problema es que no has seguido los pasos necesarios para el cambio.
Porque hay unos pasos necesarios.
Y el primero, sin duda, es tomar la decisión de cambiar.
Si no tomas una decisión firme y sólida, es mejor que ni lo intentes, porque fracasarás.
Como decía el Maestro Yoda de “Star Wars”: “Hazlo o no lo hagas, pero no lo intentes”.
La razón es sencilla: si vas haciendo intentos y vas fracasando, estás automatizando el fracaso.
Por decirlo de alguna manera, estás creando el hábito de no conseguir lo que quieres.
Pero, una vez que has tomado una decisión firme, viene un SEGUNDO PASO POCO CONOCIDO Y QUE A MENUDO ASUSTA:
Tienes que deshacerte de los BENEFICIOS SECUNDARIOS.
Es imprescindible darse cuenta de que todo problema que tengamos, también nos aporta cosas a las que no queremos renunciar.
Tal vez la debilidad haga que se pueda ejercer el papel de víctima y conseguir dar pena y que los demás me cuiden.
Tal vez la obesidad me defienda del mundo exterior.
Tal vez el alcohol me tranquilice y haga que sienta menos tensión…
Podríamos seguir dando más y más ejemplos, pero creo que ya ha entendido la idea.
Para que un cambio sea real y efectivo, hay que identificar los BENEFICIOS SECUNDARIOS y renunciar a ellos de forma consciente.
Y no es fácil.
Porque da miedo.
Por eso se dice siempre que la primera condición para un cambio psicológico es la VALENTÍA.
Porque quizás sea más difícil aceptar que eliminar.
Porque es un ejercicio de sinceridad brutal.
Pero hay que entender que si no se identifican y eliminan éstos beneficios, no hay cambio real y duradero posible.
Y sobre todo, lo más importante, es entender que no hay que dejar sitio a la culpa .
Todas estas cosas que hacemos y sentimos y que no nos gustan, son totalmente naturales.
Son parte del proceso de la vida.
Y no hay que avergonzarse de ellas.
Les sucede absolutamente a todas las personas.
Y quien te diga que no le pasa, te está mintiendo.
Así que: ¿Te atreves a dar el segundo paso?
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