Tras publicar el artículo sobre la autoestima, he recibido muchos correos de todo tipo: los había solicitando consejo, otros pedían bibliografía y los había que querían que profundizara en el tema.
Pero ha habido uno que por su simplicidad y profundidad me ha llevado a escribir éste artículo.
El correo decía: “¿Por qué me da tanta vergüenza tener la autoestima tan baja?”
Podría responder utilizando la mil teorías que circulan por ahí, pero he preferido hacerlo de corazón, con mi propia experiencia.
A lo largo de más de veinte años de trabajar con maravillosas personas de todo tipo, he aprendido que las personas con baja autoestima son seres especiales.
No son arrogantes e insensibles como aquellas que se creen superiores a todo el mundo.
Tampoco huyen de sus emociones como aquellas que necesitan someter y maltratar a los demás para sentirse superiores.
Ni siquiera son como las personas que no son conscientes de la suerte que han tenido porque siempre han sido apoyadas y alentadas.
No, las personas que se sienten mal consigo mismas generalmente presentan un grado de sensibilidad mayor que la media.
Y cuando hay algún problema, tienden a echarse la culpa a sí mismas.
No suelen tener en cuenta las circunstancias y piensan que su vida ha sido una colección de fracasos.
Dan más importancia a los demás que a sí mismos/as, y siempre se comparan con la falsa imagen que dan los demás.
A menudo caen en manos de personas desaprensivas porque no son capaces de imaginar cómo una persona puede disfrutar haciendo daño.
Y, sobre todo, hacen lo que siempre les han enseñado: ocultar su luz, sus talentos y sus capacidades.
No se dan cuenta de que han sido educadas para ser siempre una pequeña parte de sí mismas.
Les han enseñado a sentir vergüenza de éstas emociones, por lo que las ocultan al mundo, y así les resulta imposible encontrar ayuda y medios de crecimiento.
Por un lado se te impide crecer y por otro se te hace sentir vergüenza por ello.
Lo que éstas personas no saben es que a menudo están mejor dotadas que la media para conseguir esa vida feliz que tanto ansían.
Y tampoco son conscientes que casi todas las barreras con las que se encuentran en la vida son internas, aprendidas, introducidas por alguien que no deseaba verle crecer como persona.
A lo largo de todos estos años, me he encontrado con personas que pensaban que eran menos que los demás, cuando en realidad eran fuertes, capaces e inteligentes.
Y he descubierto que el decirles todo esto no sirve de nada, porque la herida es más profunda, más emocional, más humana.
Por eso, el primer paso suele ser siempre que esas personas sean conscientes de esas partes de sí mismas que no valoran y que son extraordinarias.
Cada persona que se siente inferior debe descubrir que lleva talentos únicos. Y que esos talentos pueden beneficiarles a ellas y a todas las personas que les rodean.
No puedo expresar lo que se siente cuando ves que una persona que pensaba que era menos que los demás comienza a crecer, a desarrollarse y a volver a acostumbrarse a ser feliz todos los días.
Es un proceso hermoso, enriquecedor y apasionante.
Y lo que se descubre en cada persona es diferente.
Y tú, ¿ya sabes lo que tienes de extraordinario?
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